martes, 2 de octubre de 2007

Me crié en la inmensidad del verde

Por qué será, las cosas comienzan de la manera mas impensada y después uno padece sus consecuencias, las que sin duda no había imaginado. La cuestión que una persiana deteriorada echó a rodar la necesidad de tratar de componerla de alguna manera. Pero claro, una ventana vieja, chiquita, que da poca luz no es la mejor idea para mi, que nací debajo del sol de octubre y me crié en la inmensidad verde del campo.
¿Si colocamos un bow window?. Fue la idea puesta a consideración al calorcito del fuego del hogar, que calentaba un invierno de esos de antes: !Porque los de antes eran bravos! ¿Viste?. Pero como no tengo muchas ideas de cómo hacerlo, sugiero que deberíamos consultar a la arquitecta que vive a dos casas de la mía. - Mirá queremos mejorar la ventana y con ello mejorar la luz que entra al living. Tiranos algunos proyectos. María Inés, así se llama la arquitecta, dos días después se apareció con tres papeles prolijamente dibujados en los cuales había otras tantas ideas. Luego de un minucioso estudio, elegimos uno que nos brinda la posibilidad de tener toda la luz que produce el sol desde el Este al Norte. Elegido que fue, el arreglo de la ventanita se ha convertido en un proyecto que requiere desarmar una deteriorada despensita, extender la losa del techo, extender el cielorraso, hacer una nueva pared, colocarle las nuevas aberturas, voltear otra, colocar un par de vigas, cambiar el piso, pintar o empapelar todo de nuevo y ya que estamos reformamos el hogar le colocamos un recirculador de aire. También le vamos a poner nueva línea de enchufes de manera que: la tele, el DVD, el centro amplificador, la radio, y cuanto aparatito de electrónica figure por allí pueda, ser enchufado sin tener que recurrir a injertos y odiosos alargues. También le vamos a colocar nueva iluminación, de forma tal que podamos dividir el ambiente y crear distintos climas, de acuerdo a cada circunstancia. El plano nos muestra una casa soñada, una vista al jardín, que es bien grande y tiene mucho verde y además da sensación de infinito, porque las medianeras están cubiertas de plantas y los ladrillos no se ven, en síntesis, estamos frente a un lugar idílico. Pues bien, ahora hay que buscar albañil, que cobre razonablemente, que sea prolijo, que sepa entender, lo que se le dice y que nos deje la casa, de acuerdo al plano que le presentamos. Llamados, presupuestos varios, excusas remoloneos, que no estaba que no vine, que no tuve tiempo. Al final llegaron dos presupuestos, y como en toda buena administración tomamos el más económico, de una persona que nos merece confianza. ¡Que lindo! Al fin el sueño se empieza cumplir. Una semana de espera, dos semanas, a la tercera se llovió todo y apareció el hombre a decirnos que se iba a atrasar, por motivos más que comprensibles y valederos, pero que a la hora de acostarse y mirar el techo producen ese pensamiento que nos atenaza a todos de vez en cuando: !Que suerte de mierda la mía!. Paso la lluvia, paso una semana, empezaron a pasar dos, y: ¡Este piojoso que no viene!. Al fin telefonazo mediante nos dice que el socio se enfermó y que debe buscar otro. “Ta bien te entendemos” (pero la re que te parió porque no nos avisaste), es lo que no decimos pero pensamos. Al fin llegó el gran día a las 8 de la mañana un lunes suena el timbre. (¿Quién será el boludo que toca timbre a esta hora?) - Pa es el albañil, andá abrile. -Que venga otro día - El albañiiiiiiil, me chillan al oído. Me levantó, me tropiezo como todas las veces que me levanto alunado con cuanta cosa que esta en el camino, pero en el mismo lugar desde hace siglos pero que nunca registro. - Buen día. Suena la voz cantarina del hombre que me saluda y que deja ver detrás una camioneta cargada de cosas que se sobrepasan como dos metros por encima de la caja. (¿Este me va a tirar la casa abajo?). - Pará que te abro, alcanzo a decir, en un idioma muy parecido al castellano, que: ¡o sorpresa!, el hombre entiende. Todavía con un ojo cerrado abro la puerta del garage, me meto de nuevo a la casa y me tiro en la cama, con idea de seguir disfrutando de mi sagrado lunes de descanso. Ojo yo trabajo los domingos, para que ustedes los lunes puedan leer el diario. Peregrina idea la mía. Un amabilísimo codazo y un desagradable graznido que no se que palabra articula, pero que si se que significa, me hacen ponerme de pie, sacarme el pantalón que me había puesto de emergencia y sin calzoncillos y me visto, como de costumbre en estos casos, no alcanzo a ver que me pongo una media blanca y otra negra. La cuestión es que pongo a calentar agua para el te de mi desayuno, pero nada, pronto empieza el hombre a bombardear con preguntas, las cuales no tengo idea de cómo contestar. Solo alcanzo a decir una y otra vez: Que se yo. No se. No tengo idea. Pero bueno tengo al fin una idea para aportar: - Voy a buscar a la arquitecta, digo orondo. Como de costumbre cuando uno busca a las personas, éstas no están en el lugar donde deben estar. Vuelvo a casa con las manos vacías y sin posibilidades de responder nada. De nuevo me pongo interpretar un plano, para ver si mi ciencia alcanza a iluminar una buena respuesta para el hombre. Tarea difícil si las hay, porque ni siquiera se leer el plano de una covacha, menos las indicaciones de algo tan claro y prolijo, que incidentalmente es mi casa. De pronto para mi mal herido orgullo y escasa ciencia, se aparece, como traída por el viento, la arquitecta con una gran sonrisa y ganas de trabajar y con la posibilidad de responder a todas las preguntas. Eso me da tiempo para templar mi estómago vació con una taza de te frío, pero no porque sea un devoto del te frío, sino porque se enfrió aburrido de esperarme. Pero bueno, el día pasó. La casa está llena de tierra por donde se la mire, todo lo que se toca, come o huele tiene tierra y eso que los albañiles no tocaron nada dentro de la casa. Afuera el paisaje cambió drásticamente, esta lleno de andamios, maderas, tablones, fierros, martillos, mangueras, escombros y apenas si han demolido una mínima parte de lo que tiene que tirar abajo. Un mes de esta tortura o más, vamos a tener. Pero ya se no me digan nada, la culpa la tengo yo, porque al final nací debajo del sol de octubre y me crié en la inmensidad del verde.

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