lunes, 11 de marzo de 2013

Un aparato sencillo

Hacer cosas que parecen misteriosas y que de pronto dejan de serlo tanto y de tanto ir e ir, fracasar y fracasar, cuando al fin se sortea la dificultad, uno se mira las manos y no puede menos que exclamar, ¡que pelotudo!..., esto era tan sencillo y yo no lo sabía hacer.
A pesar de no haber nacido con los botoncitos en las manos, me las arreglo bastante bien, como parecen nacer los chicos hoy, que antes de saber leer y escribir apenas tienen en su poder estos artefactos con los cuales hay que convivir, los dominan como si los hubiesen diseñado ellos.
Hace unos días por esos avatares del destino el televisor LCD que aun tengo, de pronto se puso negro y si bien se podía escuchar, las imágenes dejaron de existir.
Cabe explicar que hace ya un tiempo se me había metido entre ceja y ceja la idea de tener un aparato más nuevo. El momento de la inversión parecía distante, hasta que las circunstancias apuraron los tiempos.
De manera salí a averiguar precios por un moderno Smart TV,  que se puede conectar a la WWW para muchas cosas, entre ellas leer el diario, en vez de escuchar el bastardeo de la noticia que se hace en los noticieros, donde los tipos con el micrófono en la mano pierden horas enteras en repetir y repetir que el cadáver estaba muerto.
La cuestión es que después de algunas averiguaciones compré o mejor dicho me endeudé con un aparato nuevo. La primera dificultad fue lograr lo más sencillo, es decir ver televisión y ver en alta definición y con la mejor calidad disponible.
Para ello necesitaba conectar el aparato al decodificador de la televisión satelital con un cable HDMI. (No tengo la menor idea de lo que significa la sigla, pero puedo suponer que las dos primeras letras están por High Definition). El cable en cuestión no estaba provisto, por lo que hube de salir a buscar uno, que lo conseguí por la módica cifra de 65 pesos. ¿Pero che este es de oro?, pregunté.
Nunca creí que me podían tapar la boca de una forma tan contundente.
“Mirá lo que dice acá”. Me dijo el hombre detrás del mostrador al tiempo que me acercaba el estuche. Textualmente decía: “Contactos enchapados en oro”.
Con el cable en mano me vine a casa, luego de 10 minutos de pifiar los agujeritos donde hay que meter la joya recién comprada, pude al fin sentarme, sudando como un beduino. Se me empañaban los lentes a través de los cuales debía mirar los cartelitos del control remoto que por efecto de la humedad parecían manchas. La mayoría de ellos son símbolos, aunque encontré rápido el power, lo pulsé, en la pantalla empezaron a aparecer cartelitos y tras varios continuar, el aparato estaba listo para devolver imágenes, que sin embargo no aparecían.
Con uno de los tres manuales que vinieron con el artefacto, empecé a tratar de entender un poco lo que había que hacer, hasta que me aburrí y decidí tocar de oído, tan mal no me fue porque de pronto comenzamos a ver imágenes y vaya que imágenes, de altísima calidad.
Yo quería seguir aprendiendo, pero mi mujer quería ver su novela o no sé que cosa, por lo que debí resignarme a que muchas funciones quedarían en el misterio por un tiempo.
Un rato después retomé, le conecté el DVD, fracasé porque no se ven los CD en colores, pero bueno seguimos adelante.
Había que hacer que el control del directv se convirtiera en el único. Hubo que encontrar los viejos manuales, y leer varias veces las instrucciones, son sencillas pero… después de apretar los botoncitos mil veces el televisor se resistió estoicamente a dar señales de obediencia. Cuando al fin después de dos horas de intentar establecer el parámetro nada ocurría, capitulé.
Tomé el teléfono disqué un 0800 que me depositó ante una operadora de algún país sudamericanos que no es el nuestro y después de probar con varias claves distintas al fin el televisor se rindió de modo que con un solo control, ahora puedo prender y apagar el tele y subir o bajar el volumen.
Pero quedaba otro desafío, conectar el Smart TV a la red informática. Encontré la vía para ir a su configuración, le puse la clave del WI FI y nada. Volví a intentarlo otra vez nada y nada y nada…, Hasta que al fin después de escribir la clave del router que tiene una incontable cantidad de letras, infinitas veces, de pronto, comenzó a navegar.
Con el triunfo asegurado tuve tiempo de reflexionar y darme cuenta de lo tonto que soy, porque no me puede dar tanto trabajo algo tan fácil. Total el control remoto tiene unos 30 botoncitos, cada uno de los cuales es hábil para otras 30 operaciones. Todo muy sencillo, tan sencillo que un niño puede operarlo, pero yo no soy un niño, dejé de serlo hace mucho, de forma que la próxima vez quiero que me den un aparato que sea tan sencillo para que un viejo como yo lo pueda manejar.