Hay una cantidad de situaciones y personajes que merecen algún tipo de reflexión, ya que uno se topa con ellos a cada paso y a cada instante y forman parte de un estereotipo del que generalmente no se evaden, porque son en definitiva víctimas de su forma de ser.
Lástima, que en su relación con los demás, terminan victimizando, pues no son lo que precisamente se podría definir como encuentros agradables, pero tampoco como demasiado desagradables, mas bien se diría molestos.
Con la intención de poner a consideración de los demás estos personajes, permítanme señalar algunos de ellos, recreando situaciones posibles.
Uno está en un restorán, pidió un bife de chorizo, que tarda como media hora en llegar, tiempo en el cual uno por anticipación se imagina comerlo calentito, cocinado a su punto justo, con puré, un vinito de los más o menos buenos para complementar. Llega el ansiado bife humeando, te lo sirven en el plato, le ponen una salsita, agarrás el cuchillo y el tenedor, cortas el primer pedazo te lo estas por llevar a la boca y justo se aparece él, mezcla rara de boludo con tarado.
- ¡Hola como te va?, te pregunta, te paras le das la mano, mientras que con la izquierda tenés la servilleta. El tipo te empieza hablar de sus negocios, de su familia, de sus enfermedades, de la política, de los colectivos, de las vacaciones, de la amante, de la mujer, de los novios de las chicas y te das cuenta mirando de reojo, que el bife se enfría, que el puré también y el otro que sigue y sigue. Cuando al fin se va, lo único que queda es pagarle el mozo, irte con bronca y con más hambre del que llegaste.
Algunos de estos tipos, tienen la costumbre de molestar de otra forma, no te arruinan la comida pero te hacen dar caminatas que ni te la soñabas. Los encontrás en la calle. Para hablar con vos, se ponen a 10 centímetros de la cara y vos primero educadamente simplemente arqueas el torso para atrás, tratando de que no te bese, pero el tipo acompaña el movimiento y la distancia es invariable y encima está más cómodo. Entonces pensás, bueno doy un pasito para atrás, pero el efecto dura lo que tarda él en dar el mismo pasito para adelante y la secuencia se repite una y otra vez, tantas veces que perdés noción de la distancia. Cuando al fin se despide, te das cuenta que caminaron dos cuadras.
También está el otro que cuando conversa con vos te toca la mano para acentuar sus dichos. Te las toca tantas veces que te cansa, entonces bajas las manos, pero ahora te toca los brazos. Escondes los brazos en la espalda y te toca los hombros, en fin te da una franela de aquellas y vos lo único que podes hacer es rogar porque la conversación sea corta.
Hay muchos mas, los que hablan a los gritos cuando estas a medio metro, los que miran para cualquier lado cuando les hablas y no sabes si te registran, los que llaman por teléfono cuando estás hablando con ellos, los que se rascan la cabeza con el tenedor, los que comen con la boca abierta y hacen ruido, en rigor hay cientos, pero basta este botón para muestra y si los padeciste, mala suerte, yo también.
viernes, 19 de octubre de 2007
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