lunes, 29 de mayo de 2017

Lo complicado y lo no tanto, de estudiar a los 68


Lo puedo decir ahora con casi todos los parciales aprobados, puedo reflexionar sobre cuatro meses en los que me he re escolarizado, o lo que es lo mismo y mucho más sencillo de escribir, entender y explicar ¡He vuelto a la Escuela!
Al pensar un poco hacia atrás llego al año pasado en que volví a Pigüé, al colegio La Salle donde culminé mi secundario de esto hace ya 50 años, precisamente para recordar ese hito de mi vida. 
Ese viaje, el papel con el título de bachiller que hacía rato había perdido de vista. Una visita al Colegio Nacional de aquí, bah a la Unidad Académica Julio César Lovecchio por vaya a saber que encargo. Me enteré de que se reabría el curso del profesorado de historia. Lo antedicho  completó el combo y me pregunté: ¿por qué no estudiar?
Mis hijas están grandes, estoy jubilado, lo que me sobra es tiempo, mis facultades mentales están con sus alteraciones de todas la vida, pero lúcido. El comentario en casa de lo que me había surgido debajo del pelo… la luz verde de Olguita. Así que próximo paso preguntar que necesitaba.
Obvio lo primero es el título, o para ponerlo en palabras inventadas por el tecnicismo burocrático oficial, el certificado analítico del secundario. Primer gran problema, pensé, pero de fácil solución, supe.
Hubo que hacer una denuncia de su pérdida en el Registro Civil, obviamente me dieron unos papeles timbrados de pinta muy importante. ¿Qué es esto? Pregunté. Tenés que ir a María Ale a pagar y volvé que te doy la denuncia. ¿Por qué no lo puedo pagar acá? Por qué se trataría de manejar dinero y necesitaríamos personal de seguridad. Ah… pero… pero no podrían poner un post net y se paga con una tarjeta y para eso no hay que pagar ninguna seguridad; argumenté. El empleado que ya había echado plumas para encocorarse con su respuesta, se desinfló como un globo y se le terminaron los argumentos. Pero claro, poner una idea inteligente a un burócrata, es como insultarlo y este me miró con odio. Pero haberle tirado una idea anti burocrática y que dejó al desnudo su argumento sólido como como una roca que comenzó a rodar cuesta abajo, me llenó de satisfacción
Pero bueno pagué, volví me dieron el papel, subí en el mismo edificio al Consejo Escolar, para que manden la denuncia a Pigüé para que los del cole tramiten un nuevo certificado. Fabián Palma el Inspector Jefe Regional que es de Pigüé, se ofreció a llevarlo en sus manos a la casa de la secretaria del colegio. Me advirtieron que el trámite llevaría al menos seis meses. Curado de espanto ya por la lentitud de los trámites administrativos, en cualquier administración gubernamental  argentina. Me dispuse a esperar resignadamente el tiempo que fuere menester.
¡Oh sorpresa! apenas dos semanas más tarde me llaman desde el cole para decirme que el certificado estaba a mi disposición. Obviamente había que viajar a buscarlo para que firme una planilla. Así lo hice.
Cuando me dieron el papel me enteré que no había estudiado materias, que eran áreas  curriculares. Que ganas de complicar denominaciones sencillas con una palabra kilométrica, pero esto parece una constante, ya se verá más adelante.
Bueno título en mano, fotos entregadas, y en fin todo el orden solo había que esperar unos meses a que comience el ciclo escolar correspondiente a este año 2016.
Los maestros habían arreglado sus sueldos antes de empezar las clases, todo parecía que iba a ser normal, pero… siempre hay inconvenientes. Los porteros estaban de huelga, así que el curso introductorio, para aquellos que empezábamos a cursar el terciario, que debía durar dos semanas, duró apenas tres días. Mal comienzo.

Pero mal comienzo sin duda fue mi encuentro con profesores, con el aula, con esto de que hay que recordar que hay que hacer para la próxima clase. Tanto que empecé a dudar de lo razonable de mi decisión de retornar a las aulas, perdón;  a re escolarizarme.

Cuando Dios manda hasta el diablo obedece


Dicen que cuando Dios manda hasta el diablo obedece. Cuentan que el diablo volaba por los pastos en el medio de la nada y se estrelló con una iglesia.  Pero la historia relata que don Manuel López Lecube se tropezó con una vizcachera y se salvó de ser maloneado.
El sol del verano pega duro en el mediodía de enero. Las cintas de asfalto parecen infinitas, interminables, apenas si nosotros recorremos el camino de un domingo cualquiera. Puan, Azopardo, Bordenave, 17 de Agosto, Felipe Sola, quedan atrás y por delante un camino de tierra que bordea las vías del ferrocarril, pero sólo pájaros y pastos son la compañía de nuestro solitario viaje, en la búsqueda del lugar preciso.
Parece mentira en el medio del campo transitamos por un camino adoquinado y allí en la punta de ese camino, se yergue orgullosa la iglesia de dimensiones monumentales. Apenas un puñado pequeño de casas y las típicas construcciones de una estación de ferrocarril, señalan que este lugar es López Lecube, pero el gran templo hace toda la diferencia.
Paramos lejos, miramos la construcción, es más grande aún, cuanto más es la nada que la rodea. Allá lejos se recortan en azul las estribaciones de Ventana, pero acá al alcance de la mano, está la Iglesia de Nuestra Señora del Carmen.
¿Cuáles serían los designios del diablo, al volar por estos pastos? Todo es imaginación, acá está esta iglesia que en 1913 se terminó de construir, por orden de don Manuel que de esa forma cumplió su promesa de devoción, en el preciso lugar donde la vizcachera, el pastizal y su fortuna lo salvaron de la lanceada que era su destino seguro, si el malón lo encontraba.
Son las cuatro de la tarde, no se ve a nadie, sólo nosotros tenemos a la iglesia en nuestros ojos, una puerta inmensa marca su entrada, arriba en su nicho la Virgen de mármol nos mira azorada. Un cartel informa a quien hay que ver en una casa blanca a la entrada del pueblo para que nos muestre el templo desde adentro.
Optamos por respetar la siesta y recorrer el exterior cuidando de que los tábanos que custodian el lugar, nos dejen nuestra piel en paz. Al fondo la casa parroquial, a la derecha una especie de galería de trepadoras enmarca un lugar en el que tal vez se hayan reunido los habitantes del caserío, llamados por el cura que seguramente alguna vez tuvo.
Después de un rato de errar por el lugar decidimos que estaba mejor subirse al auto, poner el aire acondicionado, programar el GPS para que nos lleve a Tornquist y a Sierra de la Ventana, pero el aparato después de hacernos andar trece kilómetros, nos hace girar a la izquierda, y nos quiere mandar de nuevo a López Lecube. Uno se pregunta para qué, no era más fácil decirlo de movida. Debe haber sido la mano del diablo que se quería divertir con nosotros.
Allá están las sierras, las vemos lejos, pero para allá vamos, GPS quédate con tus designios nosotros vamos para allá. Llegamos a una T en el camino, sobre un esquinero del alambrado hay un pequeño cartel con una borrosa flechita que apunta a la derecha y que dice Ruta 3. Obviamente es la 33, al cartel le borraron uno de los dos tres. Me bajo, lo miro de cerca, no sea que es una ilusión óptica, no lo es. La segunda chapa del cartel, perpendicular a la que vemos, marca hacia atrás y dice López Lecube, No queremos volver, seguimos remontando un camino arenoso y bien arreglado. No puedo menos que maravillarme del asunto, si pienso que la Municipalidad de Puan, está a muy lejos, que tiene un distrito inmenso, pero que arregla caminos-
“No trajimos ni siquiera una mísera botella de agua”, me protesta Inés, haciéndose cargo de que no previmos nada, sólo las ganas de ir a conocer el lugar. Pero estoicos nos agusntamos la sed, el d “el desierto” no es tan inmenso Seguimos el camino señalado, el camino gira a la izquierda y por delante aparece un monte, que termina en la calle. “Mirá hay una mujer afuera, bajemos y preguntemos”, pide Inés. Detenemos la marcha, la mujer nos mira con desconfianza, un bebé corretea a su alrededor. Preguntamos si íbamos bien. El camino era el correcto, las sierras delante