jueves, 13 de septiembre de 2007
El fuego de la mañana helada
Me voy a levantar a prender el fuego,- dijo esa mañana, como casi todas las mañanas de su vida Don Pedro que a los 78 años, no podía dejar atrás la costumbre adquirida en su larga existencia de campesino dedicada al trabajo duro, de ser el primero en levantarse, como le correspondía como jefe de familia.
Las cuatro marcaba el reloj despertador, que por supuesto no alcanzó a lanzar su desacompasado y odioso grito, ya que el hombre desde hacía mucho con un golpe de su callosa mano, lo silenciaba antes.
Rosa, tan acostumbrada a la rutina como su compañero de cincuenta años, tres menor que él, entre soñolienta y malhumorada le recordó, - viejo no te olvidés de poner la olla para hacer el puchero-.
El frío piso de baldosas, le inyectó a Pedro esa sensación lacerante de todos los inviernos de los pies a las rodillas, que le saludó tras sentarse en el borde del lecho.
La ropa de dormir aún calentita, como siempre, le invitaba a un largo bostezo y a estirarse para sacudir la pereza de la vigilia recién adquirida.
Las pantuflas forradas con cuero de oveja, que se puso antes de pararse, la única concesión a su consideración de que tener frío "es cosa de mariquitas".
Rápidamente se enfundó en su raído salto de cama, abrió la puerta del dormitorio que daba al corredor de la larga casa, caminó los 30 metros que lo separaban del baño, después de vaciar su cargada vejiga, fue hasta la bomba, pisando la crujiente helada, se lavó la cara las manos, llenó el balde con agua, ingresó a la cocina, ubicada en una punta del cuerpo principal de la casa, dejó el balde sobre la mesada al lado de la pileta de lavado.
Tomó la vieja lámpara de kerosene, la encendió con movimientos maquinales aprendidos de tantos años de moverse en la más absoluta de las oscuridades, esperó que la luz tomara firmeza para regular su altura, de manera de no tiznar el vidrio.
Enseguida, sacó el cenicero de la cocina de leña, vació su contenido en el balde especialmente ubicado debajo de la mesada de cemento para ese fin, de abajo de la cocina, corrió hacia afuera un viejo cajón de álamo, con finas ramas apoyadas encima de troncos más gruesos, ya preparados desde la tarde-noche anterior, para hacer la operación más sencilla.
Papel de diario hecho un bollito ingresó primero al hornillo, enseguida las ramas y hojarasca, un segundo fósforo, puso en marcha el segundo fuego de la mañana. Las llamas comenzaron a crecer casi enseguida y la Istilart Nº 2 comenzó el lento proceso de generar calor.
Con el balde de agua fresca llenó el depósito de la cocina, una pava grande, otra más chica, de un armario sacó la olla del puchero, le vació el agua que quedaba, revisó nuevamente el fuego de la cocina, le agregó leñas mas gruesas, se quedó observando unos instantes, volvió a cerrar la pequeña puerta, mientras el fuego tomaba más cuerpo, señalando esa circunstancia con el inconfundible crepitar de la madera que se enciende.
La gran habitación central del hogar comenzó a entibiarse y se concedió el gusto de colocar las manos cerca de la plancha, para combatir el frío que comenzaba a calar profundo.
Salió al corredor, retornó a la habitación para vestirse, encendió una pequeña vela, tomó la ropa de una silla, se sacó rápidamente el salto de cama y el pijama y más rápido aún comenzó a abrigarse con la ropa de trabajo que usaría durante el día...
- Viejo. ¿Que hacés?.
- Me estoy levantando para prender el fuego.
- Pero Pedro acostate de nuevo es muy temprano, ya no estamos más en la chacra y nuestra cocina es de gas, tenemos el calefactor prendido y tus hijos están en el campo trabajando.
Recién entonces se dio cuenta de que había estado soñando, que la mente le había jugado traicioneramente y que inútilmente pretendía ponerlo en movimiento sin tener ninguna necesidad para ello.
Con una sonrisa se acostó de nuevo, y hasta que el sueño lo volvió a vencer estuvo ponderando aquellas viejas épocas, donde sobre la plancha de la cocina, siempre había una pava con agua caliente, el depósito debía ser rellenado cada tanto, el proceso de crear el clima agradable de la cocina ocupaba un largo rato y que para salir temprano, había que anticiparse dos horas a la señalada, para dejar todo en marcha.
Recordó también el trabajo que siempre le dieron sus hijos para sacarlos de la cama y ponerlos en viaje a la escuela, o hacerlos hachar leña, o lograr que le sequen los platos a la madre.
Hoy sin embargo mientras el sopor le invadía, se sintió feliz de que ellos hubiesen tomado la posta, de que le hubiesen casi obligado a vivir en el pueblo, de que su pequeña casa fuese un lugar tan acogedor y de que podía sin embargo trabajar junto a sus hijos, aunque las obligaciones ahora no eran tan estrictas, ni los horarios debían ser cumplidos tan puntillosamente.
Hoy sin embargo mientras el sopor le invadía se sintió feliz de que ellos hubiesen tomado la posta y casi lo obligaron a vivir en el pueblo, de que su pequeña casa fuese un lugar tan acogedor y podía sin embargo trabajar junto a sus hijos, aunque las obligaciones ahora no eran tan estrictas, ni los horarios debían ser cumplidos puntillosamente.>
Se acordó también de que para mantener fresca la leche, había que meterla en el pozo del molino, ya que las heladeras eran un cuento de la ciudad, imposibles de adaptar al campo.
Sonrió al evocar a su hijo menor, quien traviesamente insistía en volcar ollas con leche dentro del agua que las mantenía frescas, cuando el truco del pozo era reemplazado por lo segundo.>
Como si fuera una película, pasaban por su cabeza las imágnes cuando corría a su incansable hijo mejor, todo un especialista en estar en posición adelantada. Revivió lo que esto significaba mientras una sonrisa se dibujaba en su cara llena de marcas.
Esa sonrisa fue dando lugar al sueño, los pensamientos comenzaron a confundirse y siguió durmiendo plácidamente...
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1 comentario:
Lindo Lindo Lindo como mi papa!!!
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