jueves, 29 de noviembre de 2012

Baldovinos


Gesticulaba levantando los brazos al cielo y gritaba: “ustedes ya van a ver” y lo repetía como una letanía desesperada, a veces sus gritos eran afirmaciones, a veces preguntas a veces promesas, en otras amenazas. Su largo sobretodo oscuro se arrastraba por el piso mojado y mugriento, mientras la tormenta, de a ratos, le proponía una desigual competencia con su estruendo ensordecedor.
Baldovinos, hoy era una sombra de lo que antes fue. Ayer su palabra era escuchada. Ahora todos se esconden, para no oír sus plañideros argumentos y las protestas por sus desgracias. Sin embargo en esta jornada en particular estaba decidido a que lo escuchen. “Ya van a ver. Ustedes ya van a ver. Ya van a ver”, gritaba una y otra vez.
Su andar, al comenzar su caminata-manifestación, era seguro y sus largos pasos lo llevaban velozmente de una esquina a otra de la desierta ciudad. Pero la botella de vino, que cada tanto sacaba de uno de los bolsillos del sobretodo, lo detenía y su marcha tras cada pausa fue más lenta. Cuando la botella pasó de estar llena a casi vacía, sus pasos eran apenas un movimiento vacilante. El camino recto comenzó a ser errático y cuando al fin en una parada, comprobó que la botella estaba irremediablemente vacía, la miró con fijeza, a pesar de que se tambaleaba sin poder estarse quieto.
Fue bajando la botella lentamente desde su boca mientras su cabeza seguía el trayecto descendente. Ya del todo agachado dejó caer la botella, que con estrépito se partió en mil astillas. Dio tres pasos, y cada vez más encorvado apoyó sus manos en el piso, se arrodilló, sus brazos se doblaron lentamente y cayó de costado y quedó inmóvil, como dormido.
Así murió Baldovinos sólo y abandonado, ya nadie lo escuchaba. La admiración que alguna vez le tuvieron, se metió en lo oscuro del tinto vino. Así sin gloria, sin fama, sin dinero, se fue Baldovinos.
Al entierro fueron todos, los que alguna vez se dijeron amigos de Baldovinos, pero amigos para emborracharse con el dinero del hombre tan famoso, que ganaba más en una noche de puños, que todos en un año. La juerga, las mujeres y el vino, terminaron con la vida de Baldovinos.     

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