martes, 27 de noviembre de 2012

La sabiduría de Flora

No se por qué hace algunas noches me puse a pensar en una pequeña tragedia de la que fue protagonista mi gata Flora - sí Flora igual que la del dicho.
Vale explicar que este pequeño animal de poco más de 4 kilos, de un renegrido barcino con sus bigotes izquierdos blancos y los derechos negros, convive con nosotros desde hace unos 10 años y como buena fémina gata, hace lo que quiere en el momento que quiere y nos obliga a levantarnos a cualquier hora para atender sus reclamos, generalmente ganas de salir para depositar algo en el patio, o pedir algo de comer.
La Flora en  su posición predilecta sobre uno de los estantes del escritorio donde habitualmente me hace silenciosa compañía
A cambio da un incondicional cariño, que se encarga de demostrar con ronroneos y franelas diversos, se niega sin embargo, casi siempre, a estar en brazos y salvo en contadas ocasiones, especialmente en invierno, cuando salta sobre mi pecho y se acurruca ronroneando. Otras de sus costumbres es subirse a la cama y dormirse a nuestros pies, cuando no puede hacerlo sobre nosotros. En fin un animal muy malcriado pero lo adoramos,
La cuestión es que hace unos días su plañideros llantos se repetían con intensidad, a horas convenientes y otras inconvenientes, al fin luego de dos días de esta incomprensión, llegamos una noche a la conclusión de que algo le molestaba y debíamos llevarla a que la vea un veterinario. Los llantos nocturnos se multiplicaron lo que aumentó exponencialmente nuestra impotencia.
A la mañana siguiente sin embargo encontramos la salida al laberinto. Su plato de comida de brillantes colores lleno de alimento balanceado estaba invadido por las incordiadas hormigas coloradas. Olga quien detectó la intrusión, vació el recipiente lo lavo y lo llenó de pellets nuevos y Flora se dio un atracón, el primero de varios que se dio ese día como para dejar bien olvidados dos días de forzado ayuno.
Pero me cabe una reflexión, un descubrimiento, un pensamiento lógico, no se como definirlo. Concluí que: los animales son sabios. Ellos tienen la suficiente sabiduría como para darse cuenta que los humanos tenemos las soluciones para las cosas que ellos no pueden resolver. Por caso Flora: no sabe abrir la puerta, llama. Tiene hambre, llora plañidera, quiere mimos, emite maullidos suaves e invitadores, ella sabe que invariablemente le vamos a dar pelota y eso creo es sabiduría. Nosotros los humanos a veces no sabemos a quien recurrir para que nos soluciones nuestros enigmas, pero ellos, los irracionales saben que nosotros sabemos.
Pregunto entonces: ¿No es sabio aquel que al desconocer cual es la solución, recurre a aquel que le puede ayudar?

No hay comentarios: