viernes, 28 de diciembre de 2012

La llave de la Navidad


No hay peor cosa para el alma que en determinadas ocasiones sentirse más que impotente, ante un hecho fortuito. Hace unos días, salía de casa para pasar la noche buena en compañía de mi familia en el campo junto a mi hermana y parte de su familia.
Tras batallar un largo rato con  el eterno femenino que nunca está listo en el tiempo que uno pretende, llegó la hora de partir, como hay una alarma fui el último en salir, activé el dispositivo, cerré la puerta, tiré de la cinta del llavero que siempre tiene mis llaves adosadas, en uno de sus extremos para girar la cerradura y… oh sorpresa, sólo saqué la mitad del broche que prolonga la cinta hasta el aro con los llaves.
“Hija: Dame las llaves que te di hace un rato”
“No las tengo Pa. Las dejé arriba de la mesa”
Entre la mesa y yo había apenas unos 7 metros, pero entre la mesa y yo estaba la puerta cerrada y sin posibilidades de accionar ningún picaporte porque no los tiene, sólo la abre la llave.
“¿Vos tenés una llave?, le pregunto a mi mujer con la peregrina esperanza de que ella tan previsora siempre, tuviese una llave en la cartera. La esperanza duró lo que se tarda en decir: No.
Miré el llavero, cuyo broche era lo más parecido a un muñón, más que inútil. Sólo servía para que lo contemple. Mientras mi mente echaba mano a las habilidades de cerrajero que una vez fui. Sudando como un beduino logré pocos minutos después, unos 20, abrir la puerta echando mano a uno de tantos recursos que fueron habituales en mi vida al frente del negocio.
Al fin con la puerta cerrada como corresponde, subimos al auto y emprendimos el viaje para desembocar en una celebración navideña a la luz de las velas en mi terruño natal, en compañía de mi familia, dos hijas, un yerno y mi mujer, más mi hermana, una de sus hijas su yerno, sus cuatro hijos y un amigo que estaba muy sólo y que tuvo la posibilidad de celebrar con nosotros.
Una de las hijas de mi sobrina, tiene apenas 7 años y aún no descubrió cual es la verdadera esencia de Santa Claus y su presencia en la gran mayoría de los hogares cristianos a la medianoche que divide a los días 24 y 25 de diciembre. De modo que sus gritos de alegría al comprobar la llegada del hombre del trineo con los regalos debidamente rotulados, fueron para todos momentos emocionantes y especiales. Acaso sea la última vez en su vida que se sorprenda con el hecho navideño y sus miles de preguntas sobre la magia de la Navidad finalmente desemboquen en el saber que ha sido su familia la proveedora de tanta dicha.  

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