martes, 27 de noviembre de 2012

Sillones y escrituras

Aun hoy, pasado un mes de mi último día formal de trabajo, sigo sin encontrar un rumbo más productivo, al menos el que imaginé al trazar mis planes en largos días de añoranza de esta vida de provecto emérito (viejo jubilado).
Pinto si, pero no tanto como imaginé, pero mi vida pasa por no hacer demasiado aunque la casa se ha visto beneficiada por algunos arreglos largamente postergados.
Me está esperando
Uno de esos impulsos reparadores llegó hasta el sillón azul, que de nuevo tenia la virtud de reclinarse, hasta casi convertirse en una cama. Cuestión que por vaya a saber que designio del destino, esa habilidad quedó reducida a la nada, simplemente un sillón al cual había que mover con cuidado so pena de que uno quedase sepultado en sus vericuetos más íntimos.
Una mañana me levanté muy temprano 9:30, (bueno no tan de madrugada) desayuné agarre el sillón lo saqué al patio, lo partí en dos, miré ambos medios sin saber muy bien que se había roto y que había que hacer para unirlos de nuevo. Finalmente como para ver un poco mejor, puse la parte del asiento patas para arriba sobre la mesa, de la parte de abajo le arranqué un liencillo plástico blanco que no me dejaba ver, coloqué la base encima del asiento y … eureka, me di cuenta que los tornillos que una vez tuvo, para sostener las partes unidas no estaban más. Ocho tornillos más tarde, baje el sillón al piso, moví el espaldar hacia atrás, el apoyo para las piernas salió correcto y lo que es mejor, también hizo a la perfección el trayecto inverso.
Cargué de nuevo el sillón lo devolví a su lugar, hice la prueba de uso pesado, es decir me recliné y salí de la posición varias veces y… ¡todo bien! Qué siesta que hice a la tarde. Televisor a toda vela en un canal de documentales que a cada rato me gritaba para que me despierte, yo ni bola que le di.  
Esta bien este artilugio es para descansar, pero arreglé también el cuarzo del baño, que durante años funcionó a media máquina, remplacé viejas teclas de encendido de  luces y tomas por las modernas. Arreglé una centenaria puerta heredada de Ombú que necesitaba una urgente operación para evitar la cirugía de tener que invertir una pila de plata para comprar y colocar una nueva.
También pinté, dos cuadros. Están esperando el toque final, seguro que en breve verán la luz en face y en este blog.
Ahora se me ha dado por escribir estos opúsculos. Es como una necesidad que me ha surgido de pronto. Según Inés porque el cerebro no está recalentado como cuando estaba en la redacción del diario y si siempre me fue fácil escribir, ahora también me resulta placentero. Muy placentero, diría. 

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