Para mi, es siempre motivo para alegría, no importa que
la deba soportar en el medio de la nada, al abrigo de mi casa, o debajo de las
sábanas trenzado en una danza sexual y motivadora.
La lluvia es vida, es amor, es salud, es belleza. Mucho
me molestaba en mis épocas de tambero, porque las vacas y su carga, no soportan
que no se las alivie. Uno tal vez mojado irremediablemente haya estado
malhumorado, pero las vacas son felices
de que uno cumpla con ellas y eso al
cabo es motivo de regocijo.
Es sorprendente si uno analiza los títulos de cientos de
poesías, o de letras de canciones de la más diversa índole en los que se
menciona la lluvia, como motivo central o inspirador. Vaya como ejemplo el
tango Garúa, Caen gotas de lluvia sobre mi cabeza, Has visto la lluvia caer alguna
vez, Siempre llueve en el Sur de California, Caminando bajo la lluvia… y la lista
es interminable.
Es por eso que hoy que escucho la lluvia caer, oigo como
hacen sonar una chimenea de lata, como si las gotas se hicieran cómplices de mi
alegría y me agradeciesen tocando una desafinada melodía, me siento feliz.
No se si vale escribir esto después de que tanto se ha
dicho y hablado de la lluvia, de las inundaciones y de las sequías… La lluvia
está aquí para que la veamos, para que la bebamos, para que la disfrutemos y
con cada nueva gota, sabemos que el compromiso de la naturaleza para con
nuestra vida, no está roto. Siempre que tengamos agua para beber, tendremos
vida.
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