El arte, la genialidad y
la locura suelen confluir en algún punto y cuando eso sucede no se sabe, si
quien esta en esas condiciones, es un artista, un genio o un loco. Las tres
adjetivaciones le van muy bien a Alfredo Portillos un hombre que a los 85 años
sigue viviendo como si tuviera muchos menos años, que se atreve a todo lo que
el arte, su genialidad o su locura le dictan.
Él había estado aquí en
Coronel Suárez ya hace mucho y quede impresionado por esa permanente
transgresión, por esa forma de desencasillarse cuando algún interlocutor pretendió
ponerle algún rótulo.
Vive en lo más alto de una
escalera, de un edificio de la calle Magallanes en el barrio de la Boca. Bajó desde un segundo piso a atender el
llamado desde el timbre blanco ubicado al costado de la puerta y luego penosamente a mis espaldas tomándose de ambas
barandas vuelve a subir los empinados escalones.
Su larga barba que le
llega hasta la mitad del pecho, la túnica blanca y su postura general hacen
pensar en un monje budista y como para corroborar mis pensamientos sin que le
pregunte me lanza: “Soy budista”.
Mientras escucho su voz
mis ojos recorren la estancia atestada de cosas, las que difícilmente pueden
catalogarse de alguna forma, pero que son expresiones del alma del anciano y de
su hijo que no está al momento de la visita.
La tarde boquense se va
marchando despacito hacia la noche y la charla en ese ambiente discurre por los
más diversos ámbitos. Cuenta que fue tentado para ser cura, pero no quiso, que
conoció su verdadera vocación ya de adolescente, que fue a estudiar arte a
Tucumán, que es profesor de la UBA y que sus clases las sigue dando un par de
veces por semana.
Un te especial de sabor
raro es su homenaje para la visita, hecho con agua mineral, calentada por la
única hornalla de la cocina que esta disponible, ya que tal como en el resto de
la casa la montaña de cosas tapa todo.
A pesar de ese desorden
encuentra las tazas limpias muy fácil, el paquete de te y todo lo necesario
para que sea una ceremonia especial, todo aparece en sus manos como si las
sacase del pliegue de su túnica.
Ya casi de noche viene
Inés a buscarme para ir al cine, momento en que nos lleva a recorrer una
habitación atestada de sus trabajos, algunos fáciles de entender, otros no tanto,
otros bastante revulsivos, como una serie hecha con lo que queda en el papel
higiénico.
Nos regala una reseña de su vida hecha para
alguna exposición, después nos vamos, saluda desde arriba de la escalera, la
calle esta llena de chicos jóvenes, bromean entre si y bromean conmigo
diciéndome suegro, nos subimos al auto y nos fuimos. ¡Ja, Alfredo
Portillos!..., es la reflexión que me dejó la visita.
1 comentario:
Hola, mi nombre es Leandro, soy productor de un programa televisivo de arte contemporáneo. Te puedo pedir un contacto de Alfredo?
Muchas gracias!
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