martes, 27 de noviembre de 2012

Alfredo Portillos, genio, loco y artista

El arte, la genialidad y la locura suelen confluir en algún punto y cuando eso sucede no se sabe, si quien esta en esas condiciones, es un artista, un genio o un loco. Las tres adjetivaciones le van muy bien a Alfredo Portillos un hombre que a los 85 años sigue viviendo como si tuviera muchos menos años, que se atreve a todo lo que el arte, su genialidad o su locura le dictan.
Él había estado aquí en Coronel Suárez ya hace mucho y quede impresionado por esa permanente transgresión, por esa forma de desencasillarse cuando algún interlocutor pretendió ponerle algún rótulo.
Vive en lo más alto de una escalera, de un edificio de la calle Magallanes en el barrio de la Boca.  Bajó desde un segundo piso a atender el llamado desde el timbre blanco ubicado al costado de la puerta y luego  penosamente a mis espaldas tomándose de ambas barandas vuelve a subir los empinados escalones.
Su larga barba que le llega hasta la mitad del pecho, la túnica blanca y su postura general hacen pensar en un monje budista y como para corroborar mis pensamientos sin que le pregunte me lanza: “Soy budista”.
Mientras escucho su voz mis ojos recorren la estancia atestada de cosas, las que difícilmente pueden catalogarse de alguna forma, pero que son expresiones del alma del anciano y de su hijo que no está al momento de la visita.
La tarde boquense se va marchando despacito hacia la noche y la charla en ese ambiente discurre por los más diversos ámbitos. Cuenta que fue tentado para ser cura, pero no quiso, que conoció su verdadera vocación ya de adolescente, que fue a estudiar arte a Tucumán, que es profesor de la UBA y que sus clases las sigue dando un par de veces por semana.
Un te especial de sabor raro es su homenaje para la visita, hecho con agua mineral, calentada por la única hornalla de la cocina que esta disponible, ya que tal como en el resto de la casa la montaña de cosas tapa todo.
A pesar de ese desorden encuentra las tazas limpias muy fácil, el paquete de te y todo lo necesario para que sea una ceremonia especial, todo aparece en sus manos como si las sacase del pliegue de su túnica.
Ya casi de noche viene Inés a buscarme para ir al cine, momento en que nos lleva a recorrer una habitación atestada de sus trabajos, algunos fáciles de entender, otros no tanto, otros bastante revulsivos, como una serie hecha con lo que queda en el papel higiénico.
Nos regala una reseña de su vida hecha para alguna exposición, después nos vamos, saluda desde arriba de la escalera, la calle esta llena de chicos jóvenes, bromean entre si y bromean conmigo diciéndome suegro, nos subimos al auto y nos fuimos. ¡Ja, Alfredo Portillos!..., es la reflexión que me dejó la visita. 

1 comentario:

Leandro Edelstein dijo...

Hola, mi nombre es Leandro, soy productor de un programa televisivo de arte contemporáneo. Te puedo pedir un contacto de Alfredo?
Muchas gracias!