jueves, 8 de febrero de 2018

La magia de Huanguelén


La magia de Huanguelén, ¡ay Susana* en que lío me has metido! Pero si era una época mágica, vivíamos en un Huanguelén con ilusiones, las nuestras y la de nuestro pueblo y digo nuestro pueblo ya que, si bien nunca viví allí, todo lo que hacía tenía que ver con Huanguelén.
Te cuento Susana que hice mi tercer año de secundario en el Colegio Nacional que en realidad tenía un nombre mucho más largo, pero menos contundente. Estaba entonces en el Prado Español y bueno, vos tal vez un poco más chica no fuiste compañera mía, pero si estuve junto a Miguel Duarte, Darío Villar, Roberto Barbero, Hugo Fernández, y Jaquecito Sondón, como representantes masculinos mientras que las chicas eran las mellizas Cabral, Amelia Scilironi, Alicia Calvo, Cristina Chervero, Susana Mariani, Imelda Fuhr, Teresita Larrañaga, Guillerma Rohlman, Beatriz Wild, Zulma Alonso y una chica más cuyo nombre hoy se me escapa. Pero éramos 18 en total seis chicos y el doble de chicas.
Por varias razones tras ese primer contacto directo con mi gente me fui para volver cinco años más tarde, ya con 21 años. La mayoría de mis compañeros de secundario habían partido con otros rumbos, de modo que hubo que rehacer el grupo de amigos y allí comienza tal vez, uno de los períodos más felices de mi soltera juventud.
A pesar de la magia y de lo mucho que nos gustaba meternos todos los sábados en Zuluk, la joda siempre estaba lejos, en Guaminí, en Coronel Suárez, en Arboledas, en los bailes de campo, de La Nevada, de Louge, de la Ventura y obviamente el más importante de todos para mí, el de Ombú.
La idea de todo ello era salir, bailar hasta la madrugada y después volver a nuestras casas a eso de las 5 o 6 de la Matina. Casi la hora en que hoy comienzan los chicos a ir al boliche. La previa era con mate y gaseosas en casa de alguno, con varios mazos de cartas y más cantidad de parejas, para jugar a la Canasta.
También íbamos al cine, los jueves y los findes y si bien el Ideal era más que ideal para ver buen cine, las pelis muchas veces dejaban que desear en cuanto a la calidad de las cintas, se cortaban, hacían ruidos raros y otras cuestiones que te sacaban de la historia muchas veces. También nos divertíamos de oír al operador, cuando anunciaba las películas diciendo con voz aflautada “Para el prósimo sábado y domingo…” En ocasiones los más cara rota, agarrábamos la escalera para hacerle compañía a Lissarrague y veíamos las películas desde la sala de proyección, eso sí, teníamos ese privilegio, pero la entrada la pagábamos religiosamente.
Voy a quedar mal, pero del grupo formábamos parte la “Tata” Barrero, vos Susana, Carmen y la Negra Mariani, tu prima Griselda, Isabel Benito, Analía D’Aleo, Yoli Schmidt, Teresa Coronel, Olga Wilwert, Chupiski Hernández, Arturito Hernández, Fiti Morgado, el Gallego Fernández, Mary Sterz, en fin, éramos muchos, algunos no se juntaban con otros y otros no se juntaban con algunos, pero todos más o menos le apuntábamos a lo mismo. A esta lista le faltan infinidad de nombres, pero son los que me vienen a la memoria.
Los fines de semana eran para reunirnos en alguna casa, dar vueltas al pedo con el auto, ir al partido de fútbol el domingo en que Atlético jugaba de local, o en verano tal vez ponernos el traje de baño, subir a un auto e irnos a Cochicó. ¡Dios mío que aventureros!
También estaba la pileta del Aero, algún partido de fútbol mixto, o entre nos, pero la cuestión era pasarlo lo mejor posible. Total, todos de alguna forma éramos buenos hijos y nos peleábamos con nuestros padres, sin romper demasiado los protocolos.
También estaban los festejos del 27 de setiembre y el día del estudiante, dos bailes muy cercanos uno de otro, donde elegíamos, la reina del estudiante y la reina de Huanguelén. La reina del estudiante la elegían sus compañeros de estudio, pero la del pueblo la elegíamos nosotros los varones, bah ustedes las mujeres, el papelito que nos daban al pagar la entrada, se lo dábamos a ustedes, se juntaban todas a deliberar y nos traían los papeles con los nombres de la reina y sus princesas, después lo depositábamos en una urna y una chica, la elegida por ustedes, por una noche sentía la magia de estar coronada.
O sea, las reinas eran nuestro designio, todas eran postulantes, no había chicas que desfilasen en trajes de baño, no había un jurado de ignotos, todas iban vestidas con sus mejores galas, pero propias y cuando eran elegidas, eran las más bellas, pero no por tener cuerpos preciosos y medidas perfectas, lo eran porque nosotros considerábamos la belleza en su integridad, ustedes en sus deliberaciones y nosotros aceptábamos sus criterios.
También se armaban romances, se formaban y deformaban parejas, Había quienes tenían una novia o novio fijo y había quienes ora iban con uno y mas luego con otro, pero siempre con la alegría de nuestra despreocupada juventud. Siempre había un asado un cumple o una ocasión cualquiera para estar juntos y hablar de naderías o de cosas trascendentes.  No había elecciones, estaban los militares y si bien todos teníamos nuestras ideas al respecto, vivíamos en ese mundo lleno de ilusiones, de planes de proyectos, de ganas de vivir.
Llegó el tiempo de que las parejas se fueron asentando, los casamientos nos separaron y las carreras universitarias de algunos también alejaron a otros, pero nos dedicamos a nuestras parejas, nuestras profesiones a nuestros hijos, a ser adultos, pero esos pocos años de magia, amistad y juventud, siempre perduran en nosotros.

*Susana Menchi, quien me animó para que escriba esto. Pasó mucho tiempo, a veces las cosas se olvidan, pero la hay que quedan en nosotros y que afloran, con pequeños estímulos

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