Caminaba delante de una vidriera y un cartel bastante
grande, hecho con letras de papel decía “liquidación”, más abajo y en letras más
chicas: “hasta 50% off”. O sea un tercio del cartel en inglés y el otro tercio
en castellano y lo restante un número, un símbolo universal. No sé si es que
estamos volviendo al castellano o nos estamos yendo definitivamente al inglés,
porque si fuese en castellano debió decir: de
descuento y si todo hubiese sido en inglés la primera palabra debió ser sale. O sea al 50% de la música
nacional.
En fin llaman la atención estos carteles, porque hoy los
sale, nada tienen que ver con las antiguas liquidaciones de otoño o de
primavera en las cuales uno podía adquirir ropa, que de eso se trata, a mitad
de su valor, o al menos a precios mucho más bajos que al principio de cada
temporada.
Lo cierto que existían, entonces nuestros padres
aprovechaban y compraban ropa en esas liquidaciones, el problema que debían
usarse casi de inmediato, so pena de que al invierno o verano siguiente nos
quedasen chicas las prendas y si eso ocurría, entonces el ahorro se convertía
en un gasto inútil.
Pero claro usar ropa de invierno en verano y de verano en
invierno tenía algunas contraindicaciones. O te morías de calor, o el frío te
hacía ver las estrellas, pero bueno un detalle mínimo, la ropa era bien barata.
Había sin embargo una opción. Te compraban la ropa dos o
tres números más grandes y te la ponían igual, porque al fin la ropa que tenías
te quedaba chica, entonces ocurría un fenómeno bastante particular. Los hombros
de una camisa por ejemplo, quedaban a la altura del codo, entonces en los puños
las daban vuelta varias veces hasta que quedabas ensillado y listo para
galopear.
Si tenías una camisa en esas condiciones el movimiento
terminaba por desenroscar las mangas y uno acababa dando lástima, porque las
manos no se veían y la camisa irremediablemente se iba poniendo vieja, de modo
que cuando al fin el cuerpo le entraba perfecto al talle, la sayuela en
cuestión estaba ajada y desde los codos hasta el hombro la tela tenía un color
apagado y de los codos a los puños, estaban impecables. Nuestro aspecto era
patético.
Lo mismo ocurría si el tema era un pantalón largo, uno
terminaba usándolo como complemento para no ensuciar las suelas de los zapatos
y casi antes de que sean nuevos, estaban remendados. Si la prenda era un saco,
uno parecía metido en una carpa. Las solapas quedaban a la altura de la cintura
y el cuello lo podías usar de capucha. ¡Verdaderamente lamentable¡
Pero hay otras cosas que han cambiado con el tiempo y sobre
las cuales vale detenerse un poco. Por ejemplo cuando se iba a comprar mercadería
a un almacén, el supermercado era una obra de ciencia ficción entonces. Tenías que
llevar los envases. En casa eran bolsas de tela fabricados por mi mamá en su
Singer o en bolsas de red que se compraban. Maldita la hora que se te ocurriese
ir a un negocio si el correspondiente envase, el bolichero te miraba con cara
asesina, buscaba una bolsa de papel marrón y metía las cosas allí, o tal vez si
encontraba una bolsa vacía de cal o cemento, con bronca te encajaban compra en
ese envase “aséptico” con la mejor cara de “yo no fui”.
Pero el sistema era muy bueno y mucho más ecológico que el plástico
que te dan hoy en cualquier negocio.
Era muy sencillo el sistema, uno le daba la bolsa a quien te
despachaba la mercadería la acomodaba, para que nada se rompa ni se vuelque.
Había que acordarse, antes de hacer las compras, de cargarlas en el auto y
calcular cuantas eran necesarias. Generalmente una para el pan, otra para la
carne y dos a tres para el almacén y si lo que ibas a comprar era mucho o
voluminoso, por allí una bolsa de arpillera bien lavada servía de maravillas.
En fin liquidaciones, bolsas, tiempos que se fueron tiempos
que tal vez vuelvan. Tal vez con bolsas dejemos de ver cajeras con cara de
aburridas que te meten todo en las de plástico y se enojan si no tenés cambio.
Tienen la actitud de los colectiveros cuando te cobraban el pasaje con dinero,
al menos ahora son menos caracúlicos que antes, pero esta epidemia de mal humor
se ha trasladado a estas chicas de supermercado. En fin…
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